miércoles, 19 de marzo de 2014

De empanadas, pizzas y desarrollo local

Le estaba yo dando vueltas a un asunto... hace un par de años trabajé en una empresa de estudios de mercado bastante parecida a las galeras en las que cayó Charlton Heston en Ben Hur, un día mi jefe me encomendó una misión (os juro que en aquella empresa no te asignaban trabajos, te encomendaban misiones como en las pelis americanas "Mathew necesitamos que te introduzcas entre las líneas enemigas...  sólo puedes hacerlo tú, el futuro de la nación depende de ti...").  Un tipo que debía ser un fenómeno en la elaboración de empanadas gallegas quería conocer por que sus empanadas no tenían ni el peso comercial ni la popularidad de las pizzas, su razonamiento era simple, si la pizza y la empanada tienen una base similar, harina, levadura y agua para la masa, y los ingredientes del relleno que (aunque ya hay algunos tipos tradicionales) los podemos cambiar... podemos conseguir que las empanadas se expandan como las pizzas. La pizza, es un producto casi perfecto, es sabrosa, barata, sencilla de elaborar, vale para comer, cenar e incluso desayunar... gusta a todos, a niños, mayores, y vale para casi cualquier situación, la puedes ver en un lugar sofisticado o en uno hippie... no se me ocurre nada semejante (quizá la tortilla de patata, pero a mi hacerla lleva un buen rato) y a efectos de mercado, claro, esto es muy jugoso.

Nunca pude acabar el estudio porque en el camino dejé de trabajar en aquella empresa, pero he visto las empanadas del tipo en el Eroski de al lado de mi casa... nunca las he comprado porque yo soy más de pizza, y creo que como todo el mundo porque siguen ocupando un lugar menor en el mostrador de productos refrigerados, la esquina derecha inferior, al lado de las tortillas de patata para calentar, mientras la pizza sigue reinando inmutable.

Moraleja, que tenga los mismos ingredientes no quiere decir que funcione de la misma forma o que sea equiparable... hay factores difíciles de ponderar, motivos que no se pueden sistematizar ni racionalizar... es como el Guggenheim de Bilbao (y que no suene a bilbainada), por distintas razones funcionó, consiguió relanzar la ciudad hacia lo internacional, hacia un nuevo modelo de ciudad... después muchos ayuntamientos, diputaciones (en el País Vasco y en el resto de España) trataron de emular el fenómeno pero fracasaron estrepitosamente... los fenómenos tienen una esencia propia como la pizza, son fórmulas únicas que no se pueden imitar, se pueden estudiar, comprender, se pueden analizar y extraer buenas conclusiones pero no se pueden repetir... creo que esto es importante a la hora de transferir acciones de desarrollo local que funcionan en otros lugares y que queremos aprovechar.

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DEL DESARROLLO LOCAL Y OTROS DEMONIOS

jueves, 6 de marzo de 2014

Elogio de la frivolidad



Nunca me he sacado aquella imagen de la cabeza y todavía cuando la recuerdo no puedo evitar sonreír. Apareció en un periódico hace años, durante  uno de los últimos amagos de conflicto en el Líbano, donde después de varios días de bombardeos, tiroteos y demás asuntos aconteció una especie de alto el fuego de dudosa duración… 

La imagen, tal y como yo la recuerdo, mostraba a marines americanos desembarcando en una playa de Beirut armados y pertrechados con todo su equipo “high tech” mientras unas jóvenes libanesas en bikini, con las típicas gafas de sol “Dolce Gabana”, les miraban divertidas tumbadas en su toalla. Curioso contraste aquel, sin duda, el día anterior su hogar en zona de conflicto bélico, horas después tras mandarse unos sms (por aquel entonces no existía el wassap) bronceándose en la playa para ponerse guapas, ajenas a todo, pensando en fiestas erasmus, chicos y vestidos de noche. Mientras sesudos tertulianos se llevaban las manos a la cabeza indignados ante el dolor de la guerra, gracias a Alá, alguien decidió ir a la playa a broncearse…

Quizá la frivolidad no sea tan mala, quizá tenga su espacio y su función, en este caso provocó el impulso que alejó a estas jóvenes libanesas del miedo y la oscuridad de la guerra. Sinceramente no se me ocurre nada menos apetecible que un mundo plagado de expertos y pensadores varios convencidos de sus verdades siempre solemnes. Yo no sé cual es el equilibrio ideal para este aliño ¿cinco documentales de la dos por un partido de futbol? ¿Tres pelis de cine iraní por medio programa de “La Voz”? (para Sálvame, hay que leerse la enciclopedia Salvat). Yo sólo espero que Tele 5 no se aproveche de esta reflexión para legitimar su  horrible programación aunque ahora que lo pienso seguro que me ayudaba a conseguir algún seguidor en Twiter, contando a mis amigos, tengo 35.